Mi abuela era repostera…
hacía dulces impresionantes en sabor y decoración… crecí en una familia con
muchos primos, y ella nos educó con el sabor dulce en la boca… desde los 5 o 6
años todos sabíamos hacer merenguitos, panetelas (bizcochos), pancake y demás y
estoy convencida que si no hubiese llegado el Periodo Especial sería una
repostera en vez de reportera, que es lo que soy ahora.
En esa etapa de vicisitudes
mi abuela se convirtió en la abastecedora de la familia… si aparecían dos
litros de leche ella por arte de magia hervía una olla de cinco litros de leche
diluida con agua … los nietos siempre estábamos en su sala y si no podía
hacernos merenguitos asados en el fogón de gas nos hacía papitas fritas, o pan
tostado con aceite y café (muy aguado) con leche, pero aquello sabía a gloria…
era la comida más aguada que he comido en mi vida, pero era sencillamente
deliciosa… en mi familia todos saben cocinar y todos tienen puntos de sabor característicos…
por ejemplo a mi padre le encanta cocinar con un toque agridulce, como si mi
abuelo cantonés le hubiese dado alguna técnica secreta…
Según me contaron ma y pa el
primer regalo que le hizo papi a mami fue un libro de cocina de la célebre
Nitza Villapol y le dijo que el amor entraba por la cocina y debía aprender a
cocinar jajaja, en aquel entonces mi mamá era menos caractosa que ahora, pero
igual le dijo que ella sí sabía cocinar… como aún no había nacido no puedo
afirmarlo, pero les aseguro que quien pruebe la sazón de Isabel Proenza no duda
que es una excelente cocinera, y no solo lo digo yo, que soy su hija, también
muchos chef han elogiado su punto.
A mí me encantaba participar
en esas tertulias culinarias en las que casi siempre me mandaban a hacer
mandados o a pelar papas y todo por un incidente que ocurrió cuando tenía como
8 años… estábamos en el periodo especial jejej, mi mamá nos mandó a mi hermana
y a mí a adelantarle el arroz porque ella estaba lavando y pa estaba haciendo
una maestría en España, así que estábamos solitas y yo corrí y le dije: deja
mimi (mi hermana) que yo voy a hacer un arroz frito jejejje por supuesto eso no
sirvió, y echar a perder dos laticas de arroz en esa época era duro.
Desde entonces y aunque los
abastecimientos alimenticios fueron mejorando me pasaron cruz y raya en la
cocina… pero yo nunca perdí el amor culinario y en mis madrugadas ermitañas me
dedicaba a leer y preparar platos exóticos que poco a poco me ayudaron a
desarrollar mi punto en la cocina, nunca como el de mi madres, pero tampoco me
puedo quejar.
En mi casa es tradición que
todo el que nos visita al menos un día debe cocinar, mi papá le pregunta qué
quiere hacer y le compra todos los ingredientes… si no pregúntele al Compay que
ha pasado del Conejo (que pa tanto le criticó porque usó tres botellas de
aceite de oliva extra virgen) hasta sus platos al ajillo…
También Anxton, un chef vasco
que improvisó un helado al que mi papá catalogó de bueno, pero que con todo lo
que costaron los ingredientes pa 12 tazitas de helado él hubiera comprado 3
tinas hahahha me parece que escucho a ma diciéndole ayyyy Gerardo! (vale
aclarar que pa lo dice en chiste, él es muy cómico y vive vacilando a la gente,
pero por su bondad nadie nunca se incomoda)
El peor de todos los casos
fue mi tío Guillermo “el gran chef” que quiso asar un puerco en púa en tan solo
dos horas y pa lo quería matar jajaj tuvo que desmontarlo y llevarlo a un
horno. (mi hermana y yo esas navidades no comimos na salado nos empalagamos con
chocolates lindt hasta que se nos terminaron)
Una cosa tiene clara mi
familia y es que la comida no hace la compañía y lo más rico de cocinar es precisamente
eso, hacerlo, compartir con la familia y amigos nuevas recetas, intereses… la
casa de mis padres actualmente tiene tres cocinas y solo dos habitaciones…
saquen ustedes sus propias conclusiones.