Rodeada de pelos de gatos, revistas “vacías” y libros demasiado complicados
para mi cabeza atribulada pienso en mí. Mejor dicho, pienso en algo productivo
para ocupar mis horas de desvelo, un estudio que fomente mi hambre estudiantil
y al mismo tiempo me recompense económicamente en un futuro un poco lejano pero
preferiblemente inmediato. Así que recurro a mi acostumbrado monólogo interior,
un diálogo entre mi Ello, mi yo, y mi super yó que no termina de llegar a un
consenso. Retomo viejas prácticas de escucha y me cuestiono la falta de
acuerdos con mis iguales en tiempo y espacio, la falta de igualdad de
criterios, el exceso de prepotencia y los parlamentos en primera persona. Detesto
el arribismo, las falsas apariencias y sobre todo la mediocridad, pero el halo torbellinico
me hunde cada día más en lo mismo.
1 comentario:
Esa es una odiosa realidad que a veces (la mayoría) cobra más fuerzas que los deseos o necesidades más íntimas olo que consideramos prioridades. Es una pena... una vez en medio del torbellino no sabemos cómo salir..
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