Desde niña me gustaban los juegos de estrategia. Comencé con el ajedrez y aunque
aprendí los movimientos, las aperturas etc. nunca fui verdaderamente buena ni
con blancas ni con negras; sin embargo a vuelo de pájaro, como observadora,
podía prever hasta nueve posibles movimientos.
Con el tiempo
seguí desarrollando la afición hacia ese tipo de juegos y me convencía que la
vida era muy similar. Jugué con las tres razas de warcraft y vencí gracias a
las claves que circulaban como: show me the Money, que llenaba todos mis
recursos y me hacia producir con mayor rapidez. La paciencia no me acompañaba
por aquella época y esperar como una felina el momento justo para atrapar a mi
presa no me excitaba. Ahora no sé si es que tengo paciencia o simplemente me he
vuelto menos combativa y más reflexiva.
Uno de los juegos
que más me gustó fue Age of Empire, pues era totalmente histórico y uno podía
elegir con qué civilización jugar, persas, teutones, y demás… Cada una de las
civilizaciones tenía su talón de Aquiles y su Melena de Sansón, pero yo
valoraba más el conocimiento histórico que me aportaba… recién ahora comprendo
que la humanidad continúa dividida por civilizaciones y que no solo existen las
fronteras terrestres, también están las diferencias culturales, idiomáticas,
sociales… y otro sin fin.
Comprendo
entonces que no todos somos ni tan iguales ni tan distintos, todo depende de
dónde y cómo hayamos crecido, aunque también es cierto que existen seres
excepcionales que sin importar dónde o cómo crecieron se diferencian de los
demás.
Ya sé que vuelvo
a lo mismo que decía Platón y su definición de que aunque todos estemos hechos
con el mismo molde nos diferenciamos mucho, o algo así, pero no es lo mismo leer
algo y tenerlo engavetado en el cerebro a comprenderlo, vivirlo.
Honestamente... no
me gusta la realidad de vivir-trabajar-vivir y volvemos a empezar.
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