viernes, noviembre 30, 2012

cogito ergo sum



Desde niña me gustaban los juegos de estrategia. Comencé con el ajedrez y aunque aprendí los movimientos, las aperturas etc. nunca fui verdaderamente buena ni con blancas ni con negras; sin embargo a vuelo de pájaro, como observadora, podía prever hasta nueve posibles movimientos.
Con el tiempo seguí desarrollando la afición hacia ese tipo de juegos y me convencía que la vida era muy similar. Jugué con las tres razas de warcraft y vencí gracias a las claves que circulaban como: show me the Money, que llenaba todos mis recursos y me hacia producir con mayor rapidez. La paciencia no me acompañaba por aquella época y esperar como una felina el momento justo para atrapar a mi presa no me excitaba. Ahora no sé si es que tengo paciencia o simplemente me he vuelto menos combativa y más reflexiva.
Uno de los juegos que más me gustó fue Age of Empire, pues era totalmente histórico y uno podía elegir con qué civilización jugar, persas, teutones, y demás… Cada una de las civilizaciones tenía su talón de Aquiles y su Melena de Sansón, pero yo valoraba más el conocimiento histórico que me aportaba… recién ahora comprendo que la humanidad continúa dividida por civilizaciones y que no solo existen las fronteras terrestres, también están las diferencias culturales, idiomáticas, sociales… y otro sin fin.
Comprendo entonces que no todos somos ni tan iguales ni tan distintos, todo depende de dónde y cómo hayamos crecido, aunque también es cierto que existen seres excepcionales que sin importar dónde o cómo crecieron se diferencian de los demás.
Ya sé que vuelvo a lo mismo que decía Platón y su definición de que aunque todos estemos hechos con el mismo molde nos diferenciamos mucho, o algo así, pero no es lo mismo leer algo y tenerlo engavetado en el cerebro a comprenderlo, vivirlo.
Honestamente... no me gusta la realidad de vivir-trabajar-vivir y volvemos a empezar.

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